Galbraith escribió que es posible que «para manipular eficazmente a la gente sea necesario hacer creer a todos que nadie les manipula». El dominio y el control sobre las personas y los pueblos se lleva a cabo mediante técnicas de manipulación.
El dominio y el control sobre las personas y los pueblos se lleva a cabo mediante técnicas de manipulación. Noam Chomski lo expresa con estas palabras: «La manipulación y la utilización sectaria de la información deforman la opinión pública y anulan la capacidad del ciudadano para decidir libre y responsablemente. Si la información y la propaganda resultan armas de gran eficacia en manos de regímenes totalitarios, no dejan de serlo en los sistemas democráticos; y quien domina la información, domina en cierta forma la cultura, la ideología y, por tanto, controla también en gran medida a la sociedad».
Veamos algunos sistemas:
Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método es también denominado «problema reacción-solución». Se crea primero el problema, una «situación» prevista para suscitar una cierta reacción del público, a fin de que este sea el demandante de medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desarrolle o intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad o policíacas que limiten la libertad, o justifiquen acciones militares. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
La estrategia del «poco a poco» o la degradación progresiva.
Para hacer aceptar una medida socialmente inaceptable, es suficiente aplicarla progresivamente, a lo largo de un ciclo de 10 o 20 años. De esa manera, condiciones socio-económicas radicalmente nuevas han sido impuestas: reconversiones, desempleo masivo, precariedad, flexibilidad, relocalización, salarios que ya no aseguran ingresos mínimos, aborto, eutanasia…
La estrategia del acontecimiento inevitable y la resignación.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es presentarlo como «dolorosa pero necesaria», obteniendo el acuerdo del público en el momento para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Deja más tiempo para que la sociedad se acostumbre a la idea de un cambio inevitable y de aceptarlo con resignación cuando llegue el momento. Ejemplo: el paso hacia el euro y la pérdida de soberanía monetaria y económica.
Dirigirse a un público infantilizándolo.
La mayoría de los programas de TV dirigidos al gran público utiliza un discurso, argumentos, personajes, y un tono particularmente infantil, como si el espectador fuera un niño de corta edad. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador u oyente, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? Si se dirige a una persona como si tuviera la edad de 12 años, sin plantearle nada que le cuestione, tendrá, con cierta probabilidad una respuesta o reacción desprovista de sentido crítico.
Utilizar el aspecto emocional y no la reflexión.
Adolf Hitler decía: «Por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno y el infierno el cielo… Cuanto más grande sea la mentira, más la creen (…) Me valgo de la emoción para la mayoría y reservo la razón para la minoría».
Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer de forma que el público sea incapaz de comprender el mundo en que vive y los métodos utilizados para su control y esclavitud. Que piense: «No se puede hacer nada». Se consigue con la calidad de la educación, con la programación de los medios de comunicación. Para la mayoría, la mediocridad. La excelencia solo para una minoría elitista. Una mentira o una media verdad repetida por un poderoso medio de comunicación, o una institución científica, se convierte en una verdad de hecho; viene a constituir «una creencia», algo intocable. La propaganda tiende a favorecer no verdades sino «creencias».
Reemplazar la acción revolucionaria por la culpabilidad y el individualismo.
Hacer creer al individuo que él solo es el único responsable de su desgracia, a causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en vez de asociarse para luchar, el individuo se autodevalúa y se culpabiliza, lo que genera un estado depresivo que le inhabilita para la acción. Un ejemplo es la aceptación de millones de personas en paro o en la precariedad sin ejercer la mínima protesta. Otro es el auge de un asistencialismo de nuevo cuño que a través de las ONG canaliza los sentimientos de culpabilidad y contribuye a eliminar la conciencia política de los problemas.
Conocer a los individuos mejor de lo que se conocen a sí mismos.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una brecha creciente entre los conoc
imientos del público y aquellos poseídos y utilizados por la élite dirigente. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el sistema ha logrado un conocimiento avanzado del ser humano. Esto significa en la mayoría de los casos que posee un mayor control y un mayor poder sobre las personas que las personas sobre ellas mismas. El que fuera director de la Coca Cola, David Wheldon, expresaba así su estrategia de dominación: «Ante la dificultad de prever como será el consumidor del futuro, la solución es crearlo nosotros mismos desde el presente con la ayuda de buenas ideas y buena publicidad. El consumidor del futuro va a estar donde queramos que esté». La verdad es que no hay equipo de sociólogos o psicólogos capaz de rivalizar con los que emplean las grandes compañías transnacionales.
Controlar la democracia.
«Un mundo feliz», de Aldoux Husley, imaginaba o que sería una dictadura perfecta: una dictadura con apariencias de democracia, con individuos genéticamente condicionados. Un sistema de esclavitud basado en el consumo y la diversión, donde los individuos amaran más que a su vida su propia servidumbre, donde ese amor llevara por nombre «libertad». La manipulación es insostenible sin apariencia de democracia. La democracia real es intolerable para el que busca manipular. Reclamar hoy la democracia real, autogestión, es ilegal. Está prohibido por ley pasar de la «participación».
Manipular el lenguaje.
A la miseria no se la puede llamar hambre, porque el hambre es sólo cuestión de comer. El hambre no es un asesinato político ni un genocidio, aunque deje sin vida a más de 100.000 personas a diario, sino un problema de sequía, malos gobiernos y catástrofes naturales. A la condena al trabajo forzado de los niños, esclavitud infantil, se la llama «trabajo de los niños». A los países que han sido esquilmados y empobrecidos por el latrocinio de las grandes empresas y los intereses de las grandes potencias y que tratan de salir de la miseria acatando las recetas de los que les han robado, se les llama «en vías de desarrollo». A los inmigrantes que huyen del hambre se les llama «ilegales». A las personas que buscan trabajo se les llama «mercado de trabajo» o «capital humano». A las personas que ofrecen sus recursos mentales y físicos en las empresas, se las llama «recursos humanos». A las ayudas humillantes que dicen prestar los que primero han robado, les llaman «cooperación». A dar lo que nos sobre, delante de todo el mundo, lo llamamos «solidaridad».
Nombrar el mundo es la base de toda humanización. Repetir las etiquetas que pone el poder para nombrarle, la de toda manipulación y degradación del ser humano. La miseria más profunda que puede sufrir el hombre es la de su ignorancia promovida y consentida.
M. Araus y F. Sandalio
(Este artículo está incluído en el último número de la revista Tribuna de Europa)