Decía Bilbo Bolsón que es muy peligroso cruzar la puerta; en la puerta nace un camino que no sabes dónde te llevará. Así que cada vez que sales por la puerta la vida puede salir a tu encuentro. O como cuenta Cortázar, en el inicio de sus cronopios y sus famas.
Pero la mochila pesa, demasiado ya. Y las heridas son demasiado profundas, de ésas, querido Frodo, que no cierran nunca.
Pero, en fin, soy viejo y zorro y, aunque cansado, todavía queda chispa y oficio para aguantar el tipo un poco más. Echo de menos la esperanza, la seda y el hierro, la princesa prometida. Un café y un reflejo del sol en mi cara, el viento en mis velas, la lluvia en mis campos.
A veces me da por soñar. Pero sólo un poquito.
Sólo ha sido un sueño, cerillas en un apagón; un atracón de Los Madison con cierta indigestión. Nada que no cure un buen café y disfrutar de los carámbanos de tristeza que cuelgan en mi alero.
«¿Cómo se retoma el hilo de toda una vida? ¿Cómo seguir adelante cuando en tu corazón empiezas a entender que no hay regreso posible, que hay cosas que el tiempo no puede enmendar, aquellas que hieren muy dentro, que dejan cicatriz?» (Frodo)