¡Menuda tarde! Con ganas de mandar a la mierda a unos cuantos, uno tiene que aguantarse y seguir el orden social preestablecido. Son las 19:30, sigo en Valencia y hace más de tres horas que quería haberme ido a casa. Ahora me voy, rendido, pensando en hacer ondear mi bandera boca abajo y en seguir la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido.
Y encima, en tardes tristes, grises como esta, cualquier canción de Rebeca Jiménez dispara la tristeza y te hace añorar tus últimos sueños, abandonados hace tiempo en el nevasco durante la retirada de nuestra campana rusa particular. Las malas rachas siempre son largas, y ¿siempre se acaban?