A veces llega un momento en que te haces viejo de repente. Llevo bastante tiempo cansado, desmotivado y desmoralizado. Sin ganas de escribir, de pensar, de hacer. Como dice una gran chica que ahora languidece en Madrid, un grupo de Facebook titulado «Sin ganas de nada» tendría muchos, pero que muchos seguidores.
Y eso pasa: nada. Hoy me he olvidado el móvil en casa, lo que al final del día puede ser una bendición. Voy a intentar aprovechar la mañana para acallar la conciencia, y tengo poco más que hacer. Esperar el fin, que es lo que mola, a ver si vienen 7 huríes y me desempolvan el corazón. Porque está la cosa francamente…