Este año sí, llega mi verano. Llegan las ganas de olvidar y huir, de descansar y no tener a nada ni a nadie en cuenta. El martes acaba mi trabajo, y empiezo las vacaciones, con ganas de no hacer nada ni de pensar.
Tengo, eso sí, una espada de Damocles, una tarea insoslayable que tengo que llevar a cabo, y otra que me gustaría hacer. Veremos qué nos depara el verano.
No hay viajes: hay crisis y economía de guerra de clase 2 (lo que no ha impedido que me haya comprado un mp3 y unos auriculares Bluetooh). Hay abulia generalizada, una pseudo-paz interior que viene del abandono total, de la rendición y la resignación, y una decepción infinita que ya lo impregna todo.
Me encanta el olor a napalm por la mañana