24 de julio de 1997

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Cambio de planes. Esa parece la frase de mi vida. Las cosas no trancurrieron como esperaba. Oigo afuera el lento tabaleo de la lluvia sobre las hojas, cansino, yerto, melancólico, mientras el viento arrastra el aroma de la tormenta y la tierra mojada. Tengo suerte. No debía quejarme y sin embargo lo hago. Puede que sea injusto, pero me quejo.

Quizá la costumbre haga callo y las cosas duelen menos que antes, pero el tiempo sigue extendiendo la red que me atrapa día a día, cada vez la huída resulta más complicada y dolorosa y la soledad pesa como una losa en noches como ésta. En noches como ésta, lluviosas y tristes. «¿Desesperación o locura? -dijo Gandalf-. No desesperación, pues sólo desesperan aquellos que ven el fin más allá de toda duda. Nosotros no. Es sabiduría reconocer la necesidad, cuando todos los otros cursos han sido ya considerados, aunque pueda parecer locura a aquellos que se atan a falsas esperanzas. Bueno, ¡que la locura sea nuestro manto, un velo en los ojos del enemigo! Pues él es muy sagaz y mide las cosas con precisión, según la escala de su propia malicia» Vamos a pelear un poco más, sólo un poco, para llegar más allá. Esta vez la verdad, la derrota es severa y cruza mi rostro con sevicia. Un aviso muy serio, cada vez quedan menos cartuchos con los que hacerle frente.

Decía Jeremiah Jhonson que el día que te cansas es el día que pierdes. Y estoy muy, muy cansado.