El alcalde levantó orgulloso su bastón, y declamó con voz pausada: «Hace 100 años que George Orwell previó una sociedad corrupta, decrépita y fatua. Hoy, en este 2 de enero de 2084, somos capaces de decir que se equivocó. Contra todo pronóstico, hemos logrado superar las crisis y despojarnos de los lastres onerosos que gravaban nuestro futuro. La sociedad, tal y como la conocemos, es la perfección de la utopía. Deseo intensamente que G. O. pudiera levantar su mortal cabeza para ver cuán equivocado estaba, cuán equivocada estaba su raza. Ciudadanos: larga vida a las máquinas.» Los robots prorrumpieron en una algarabía de ruidos y pitidos, mientras se descubría la estatua de George Orwell, tributo al último espécimen de la raza humana fallecido en cautividad.
(Este microrrelato quedó entre los últimos 5 finalistas en un premio del periódico «El mundo» que homenajeaba a George Orwell en el centenario de su nacimiento)