Me muevo por muchos círculos. Demasiado pan de demasiados hornos. Y el denominador común que se oye en la calle, en los bares, en la universidad, en el dentista o en la asesoría fiscal, por decir algo, es siempre el mismo: estamos hartos.
La gente está completamente hastiada de los políticos y los empresarios fetén de este país, de los banqueros y salvapatrias que salen por la tarde repitiendo una mentira hasta la saciedad con la esperanza, más bien certeza diría yo, de que una mentira repetida acaba por ser verdad.
Pero no. La gente está harta. Harta de las mentiras, los sinvergüenzas, los egoístas y los ladrones. Los vividores de traje de chaqueta, corbata y paellita en el restaurante de dos estrellas Michelín.
Los políticos lo saben, pero les da igual. Aguantan estoicos el chaparrón, mientras juran sobre la Biblia aquello de «dame pan y dime tonto». ¿Por qué no quitan los 400 euros a la gente que se le acabado todo? Porque no son tontos. Mientras no falte un plato de comida a la mesa de nadie, no vamos a mover un dedo. Si quitan esos 400 euros, en cuanto un millón de familias no tenga que comer, se les acaba la cuerda a los políticos. O se la encuentran, con un nudo alrededor del cuello.
Tenemos lo que nos merecemos. Hemos tenido a los políticos hundiendo, esquilmando el país y ninguno está en la cárcel. Ninguno está cobrando el salario mínimo interprofesional que ellos nos han impuesto. Si al año de hundir el país los hubiéramos puesto en la calle, los hubiéramos inhabilitado para ejercer cargos públicos o los hubiésemos metido en la cárcel si hubiera motivo, que los hay, los siguientes se lo hubieran pensado mejor antes de se tan inútiles. O se les fusila al anochecer contra la tapia del cementerio, que a veces es mano de santo. Y se aplica el algoritmo hasta que se solucione el problema o no quiera nadie presentarse. En este último caso, se buscan los currículums de las personas más capacitadas de este país y se les pone a nuestro servicio. Así, al menos, no tendremos el país en manos de facinerosos, y habremos eliminado de la vida pública a todos los indeseables.
Y no nos engañemos: los políticos son meros hombres de paja.(iba a decir de pajas, pero ellos son más de putas) El capital, los bancos, las grandes multinacionales los tienen completamente cogidos por los huevos. Los mercados, ese monstruo sin cerebro y con 20 estómagos insaciables que han creado y nos está comiendo por un garrón, fuera de control. Nadie puede pararle los pies. Ni siquiera un Chaves o un Evo Morales. Ni un Obama. Sólo queda sangre y fuego, sangre sudor y lágrimas en esta guerra contra el monstruo.
El dinero sí se crea y se destruye, y se transforma. Pero no tanto como para llegar a el extremo al que nos han llevado. El dinero está en algún sitio, en algunas manos que lo acaparan, mientras exigen más y más.
Y el gobierno se lo da, pillado por las gónadas a la vez que aquiescente porque, al fin y al cabo, a ellos no les afecta nada: lo pagamos entre todos, entre todos menos ellos. El gobierno no hace nada por arreglar la situación, absolutamente nada. Sólo recorta gastos por encima de lo permisible, porque no sabe qué hacer, rezando para que esto pase y se arregle. No intenta solucionarlo, arreglar el país, aumentar los ingresos. Podar y podar y podar y no crear nada. Somos los mejores en cagarlo, 3000 años de historia nos avalan.