Días de perros

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Ya casi acaba esta semana, en la cual anduve con el Norte perdido durante buena parte de ella. Han pasado muchas cosas, la más importante según los medios es la tregua de ETA (¿Algunos de estos gilipollas sabe lo que es un alto el fuego? Aunque al final la RAE se ha bajado los pantalones, algo muy común en estos tiempos donde todo ya ha perdido lo poco que conservaba. Al final, le voy a dar la razón a la Iglesia RCA). Yo me la he tomado con todo el cinismo del que soy capaz. Me importa un pito. Simplemente los políticos no me hacen perder la fe en la raza humana.

Yo sigo más descentrado todavía si cabe. Me gustaría hacer un mapa de mi vida, reflejar sobre papel todos los territorios que gané, perdí, que ahora conservo. Las indefinidas fronteras, los extensos yermos e implacables desiertos que tachonan esa orografía imposible, esa geografía imaginaria de las hormigas de Cortázar. No sé si podré hacerlo, y no porque no sea capaz de imaginarlo, sino porque no sabré plasmar dobre el papel, sobre la pantalla, lo que llevo en mi cabeza.

Tras esta semana de hundimiento generalizado se va haciendo la calma, la noche tenebrosa se desvanece con una tenue luz que la aurora arroja como una piedra contra mi conciencia aletargada. Renace un atisbo de esperanza, un presentimiento de que vamos a llegar a algún sitio y de que no todo puede salir tan mal durante tanto tiempo. De nuevo hemos encontrado, he construido razones para seguir luchando.