Decretó una vez el Senado que los esclavos se distinguiesen de los libres en el vestido; inmediatamente se vió el peligro que amenazaba si nuestros esclavos empezaban a contarnos. Ten presente que lo mismo ha de temerse si no se perdona a nadie; porque en seguida se verá cuánto prepondera la parte mala de la ciudad. No son menos vergonzosos para un príncipe los muchos castigos que para un médico los muchos entierros; se obedece mejor al que manda con más benignidad. El ánimo humano es de naturaleza rebelde y lucha con las contradicciones y asperezas y más bien sigue que no se deja ser conducido; y así como los caballos nobles y generosos se gobiernan mejor con un freno suave, así la bondad natural sigue a la clemencia por su propio impulso y la ciudad la cree digna de conservarla para sí. Se aprovecha, pues, más por este camino.
* Séneca. Sobre la clemencia 1.24.
Leído en «Halón disparado y luego se tira del hilo…»