El precio de un gato (o de un perro)

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Bien es sabido que mi amor por los animales sólo se limita a los que caben en el plato. Quiero creer que los respeto, siempre sin perder la idea de que cada uno tenemos nuestro puesto en la cadena evolutiva, y si no les parece bien, han tenido 5 millones de años para adelantarnos (bueno, quizá lo de adelantarnos no sea la palabra correcta).

Expresar esta idea, respetable o no (no todas la ideas son respetables. Por otro lado, me pueden hacer daño los palos y las piedras, pero no las palabras) me ha costado que el único lector asiduo que parece que tenía pusiera pies en polvorosa, no sin antes darle un par de perdigonadas en el trasero de su mentalidad.

Así que me he quedado algo solo, lo que no me importa en absoluto. No hago este blog para que lo lean tres o cuatro. Si lo leyeran tres o cuatro mil y me convirtiese en un generador de opinión estaría muy feliz, pero como eso no pasa, o gloria o infierno, pero nada de medias tintas.

Al final este blog terminará en una especie de diario que dentro de algún tiempo podré leer y regocijarme en el mimso, dando rienda suesta a mi desbocado onanismo y mi desmedido narcisismo.

Así pues, nadie me lee, salvo los tres o cuatro familiares y amigos. Y el resto, me importan un pito.