He llegado hace un rato al despacho y, para empezar esta semana trágica, he semi-ordenado la mesa, que parecía (aún parece) arrasada por un tornado.
Y limpiando, fijando y dando esplendor me han salido los recibos de los gastos de mi reciente viaje a Brujas. Los suelo guardar hasta que se aclaran las cuentas, algo que ya se hizo hace tiempo.
Y al limpiar, los he tenido un minuto o dos en la mano, pensando en si debía o no tirarlos a la basura. Brujas concitaba demasiados recuerdos.
Brujas es una maravillosa, preciosa, hechizante, melancólica ciudad que acabé por conocer y amar en este último viaje. Viaje agridulce donde, no sé por qué, estuve tan cerca del cielo como del infierno.
Una ciudad en la que me gustaríaperderme, languidecer, dejar caer los días espesa y silenciosamente entre la lluvia, la música y la cerveza.
Al final he tirado los recibos.
Echo de menos Brujas, lo mismo que a ti.