El título se refiere a que llevo tres días sin publicar. Lo remediaremos en la medida de lo posible, añadiendo las dos entradas que me debo.
¿Por qué no he escrito aquí en mi bitácora? Dos días de mucho trabajo, de muchos nervios. No duermo bien por las noches, y empiezo a creer que es de estrés. Últimamente, aparte de los asuntos laborales que me devoran fieros, mi nueva flamante empresa sigue siendo una amante salvaje y caprichosa que no terminamos de domeñar. Hoy es 28 y esta universidad no me ha comunicado nada acerca del contrato que termina el 30. Quiero suponer que me renovarán, pero a fuerza de golpes uno aprende a que nada es nada hasta que realmente lo es. Ya os dije que lo que más odio es la incertidumbre.
He resuelto acabar poco a poco, sin prisa pero sin pausa, con todo lo que me rodea. Me explico. Cada curso hago examen de conciencia, y decido empezar a poner orden en esta vida que se precipita en barrena hacia abismos insondables. A veces controlo la trazada, la trayectoria, a veces me lleva ella en desbocada vorágine. Lo bueno que tiene la vida (aunque dudo de que sea bueno) es que puedes no dejar de caer; puedes seguir cayendo durante tiempos casi infinitos; cuando crees que has tocado fondo, vislumbras que hay gente más abajo que tú. Siempre ocurre.
Así que tengo tiempo para controlar esa nave en picado y remontar el vuelo (supongo que igual que puedes no dejar de caer podrías no dejar de subir; no lo tengo claro). Y he decidido ir poco a poco. Definiendo microtareas, microhitos que cumplo a rajatabla; finiquito todo lo que puedo antes de que me finiquite a mí. Batallas muy pequeñas que me aseguro de poder ganar, pero lo suficientemente grandes como para que valgan la pena. Y así voy. Día a día, paso a paso.
Antes mi idea era tomar el año que viene aquella colina, en general, como gran objetivo en la vida. Ahora mi idea es cada día dar un paso adelante. Sólo eso.
Si lo logro, cada día estaré un poco más cerca de algún sitio.