Ayer tuvimos, mi grupo de investigación me refiero (el ubicuo idal), una reunión a alto nivel con gente de la multinacional de software más importante del mundo (presidente de España y vicepresidente de Europa), una multinacional farmacéutica (dos vicepresidentes europeos y el presidente español), un rector, cuatro pringadillos y una secretaria de sanidad del gobierno valenciano. El objeto: crear una fundación de investigación en sanidad, los datos clínicos los pone el gobierno valenciano y la pasta la pone la multinacional farmacéutica. Hasta aquí todo correcto.
No niego que las empresas estén aquí por ganar dinero, por posicionarse bien dentro de la crisis para cuando esto acabe. Pero van a beneficiar a la sociedad y a la universidad, a coste cero porque lo pagan ellos, y su objetivo es la salud a medio plazo de la población, con el fin de reducir costes sanitarios a los gobiernos. Cómo ganarán pasta por ello las empresas, ya lo veremos. Pero esto no pintaba mal para nadie.
Media hora antes llama la política y dice que no viene a la reunión, por problemas de agenda. Agenda que puso ella y que, durante la semana anterior, confirmó y pidió más datos. Imaginaos la cara del personal: gente importante, que para cuadrar su agenda tienes que pedir audiencia al Papa, en Valencia de turismo. Quedamos, universidad y políticos, como lo que somos.
El promotor de todo esto, vicepresidente europeo de la farmacéutica y sin embargo amigo, confesó haber pasado el peor día de su vida ante el papelón que se le presentó. Un día más que nefasto.
Y yo no pude dejar de pensar. Esos políticos, que tienen en las manos nuestro destino, nuestros bienes, nuestro caudal, a las personas que amamos y odiamos. Que regulan nuestras vidas y la república en beneficio, supuestamente de la sociedad, de conjunto de la nación, sacrificando su tiempo y su sabiduría por el bien público. ¿En qué manos estamos? Estamos abocados al fracaso, a la rapiña, a ahondarnos más y más en la crisis. Al robo, a la usura, al desmantelamiento de la sociedad y la democracia primigenias, para acabar siendo una jauría de lobos, el hombre es lobo para el hombre, pero el político es lobo y sanguijuela y rapaz y ladrón y parásito.
Si a mí, pequeño piltrafilla, me pasa esto a pequeña escala, ¿qué no pasará por ahí de lo que no me entero?