Trabajando en casa. Oyendo a Quique González, inyectándome tristeza en vena. Preparando mi concierto de Los Secretos en noviembre, la presentación del disco de Luis Ramiro para el año que viene.
Y sigue esta melancolía sin remedio; un estudio de El País me dice que son cosas de la edad. Pero a mí me importa poco los estudios o las explicaciones de por qué no puedo besar tu espalda, por qué no puedo dormir sin soñar con monstruos, por qué nadie me salva de mi futuro y me sumerge entre sus brazos.
He caminado mucho, he llegado lejos, alto, rápido. Pero no estoy en ningún sitio, no estoy donde quería, sino en un lugar oscuro, lóbrego, con un futuro demasiado aburrido. Y no me apetece este camino. Prefiero el que me lleva a tu aliento.