No empiezan bien las cosas, como ningún fin de semana. Cada vez ocurre lo mismo; menos tiempo para mí, cada vez peleando más en otras palestras con el fin de diversificar riesgos, de buscar la esperanza perdida en tantos sitios como se nos ocurra, de jugar a la lotería cuanto sea posible.
El crédito se agota, y aún así seguimos, sigo peleando porque no hay más remedio, porque otra elección significaría simplemente rendirse.
De todas formas, ayer fui testigo de nuevo de otro lamentable indicio de que todo esto va muy mal.
Anoche vi un país colapsado, dividido, ilusionado, unido y movilizado por el fútbol. Pan y circo.
No he visto a la gente nunca tan movilizada por aspectos que sí afectan a nuestra vida: la deleznable clase política, la usura de los bancos, la sanidad, la educación, el tráfico, los impuestos, la vivienda, la investigación, la pobreza…Los mil aspectos que, si pusiéramos algo de empeño en arreglarlos, o simplemente exigirles a esos papanatas del congreso que se ganen los buenos sueldos que cobran, como todo nacido, otro aire nos correría. Pero no ocurre. Y lo peor es que nos va la vida en ello, como decía Milanés o Silvio, no recuerdo.
Pero el fútbol…Eso sí. Si gana la liga el Barcelona, o el Madrid, o el Valencia o el Ferrol, hay que salir a la calle, expresar la alegría y el gozo porque, a buen seguro, ese equipo nos va a dar de comer todo el año, nos va a pagar la hipoteca, va a garantizar nuestra sanidad.
¿O no? Porque si no es así, no me explico que la gente se movilice por el fútbol, conozca de pe a pa lo de gran hermano y se sepa al dedillo la prensa de corazón.
A no ser que…
Si, va a ser eso.
La incultura y el fanatismo son la mejor garantía de que unos políticos fanáticos e incultos dominen a un país.
Esto no es nuevo. Ahora leo «La divina comedia», escrita en 1300. Y los barateros y usureros tenían su sitio en el infierno.
Sitios más selectos que los lujuriosos, que es donde me gustaría estar: segundo círculo según se entra. Pregunten por mí.