Esta entrada es para ti. Aunque ya lo sabes. Compañera, usted sabe. Hagamos un trato.
Déjalo todo: tu marido, tu trabajo, tu actual vida, tus blogs, tus miedos. Déjalo atrás.
Y yo dejaré a mi esposa, mi trabajo, mi actual vida, mi blog. Lo dejaré atrás.
Elige una ciudad y vayamos allí. Busquemos trabajo, piso, vida. Empecemos de cero o de donde sea.
Y al cabo de un año, elijamos otra ciudad. Saltemos otra vez. Empecemos otra vez de nuevo. Otra vida, otro amanecer y otro anochecer bajo el mismo sol y la misma luna, pero distintos. Otras letras, otro blog.
Así, de ciudad en ciudad, de país en país. Ciudades enormes e impersonales, pueblos pequeños y perdidos en la orilla de un mar de peces o de un mar de árboles. Saltando como Wendy y Peter Pan, viviendo de viejos lo que no vivimos de jóvenes. Trabajando de humilde cajero, de director de banco, de artista creativo, de intérprete de arameo. Viviendo.
Y elige el final. El sitio final. Una casita mirando al mar o al campo o a la nieve o a Central Park. Nuestro último sitio, nuestra última vida.
La última vida de dos gatos solitarios.