Estuve mucho tiempo
buscándote
sin ponerte rostro siquiera.
Cuando había perdido la esperanza,
en la hora más oscura,
apareciste,
y recorrí de tu mano
el país de mis sueños.
Trajiste
mis mejores poemas,
el amor de mi vida.
Me perdí.
Dejé de verte.
Perdí el norte y el sentido,
me adentré en la selva
con la mirada perdida,
siguiendo el viento del oeste de Oz,
y el corazón roto.
Te perdí.
Te herí.
Te desprecié.
Escondí mi vergüenza
entre los muros de la pena
e hice acopio para el invierno.
Y volviste,
radiante,
luminosa,
herida
a derribar murallas,
a construir puentes,
a perdonar agravios.
Nunca merecí tanto
un amor como el tuyo.
Nunca debí cruzar
al Otro Lado.
Ahora,
si me haces un hueco,
me quedo contigo de verdad,
para siempre.