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Me ha asaltado la rabia y la locura, se me ha escapado el sueño de entre los dedos y corre por el suelo dando saltos y sacándome la lengua; me preparo para lo más crudo del crudo invierno, para invadir Rusia, para matar a Hitler, para echarme el mundo sobre los hombros y encajarlo sobre sus goznes; me pinto la cara con colores de guerra y le digo «puta» a la vida; trato de capturar a Mr. Hyde, que ha salido de farra. He puesto un pie en el otro lado y me ha gustado; la realidad me ha notificado un aviso de desahucio y le he clavado el sable en los ijares. Me he vuelto loco una vez más. He visto Matrix otra vez, maldita desgracia la mía ser un dios omnisciente, omnipotente e infalible. ¿Tú también, Bruto mío? No me deis de comer después de las 12, porque me convierto en hombre lobo, porque abro las venas del mundo y las recorro con sevicia, con una clarividencia diabólica, con una determinación que causa escalofríos en los hombres, corta la leche a las parturientas y mata a los niños de cólico miserere. Se me cae la piel y sale la roca contra la que el mundo rompe y rompe, contra la que se extinguieron los dinosaurios y el amor. Habéis despertado a la bestia que guardaba el fuerte que contenía el Mal, el dolor, la desnudez tétrica de la vida. Nunca saques el monstruo del armario, porque quiere devorarte, porque verás tu muerte en sus ojos. Soy la conciencia de los justos, la moral de los beatos, la resolución de lo correctamente irremediable, la fría arista de la verdad. Nunca saquéis al cuerdo que vive dentro de mí, asesino de esperanza, notario de la realidad, dispensador de justicia. Dejadme ser loco, poeta, feliz, enamorado.

La última vida de un gato, Los secretos