Con una pena de muerte

en
Corazón espinado, Maná
Soy un corazón espinado
que busca el tuyo a tientas en la noche.
Estoy perdido,
soy imperfecto;
busco tus respuestas
en la estela de los aviones,
en el vuelo de los pájaros,
en el ruido de las olas.
Y no lo encuentro.

Suspendí las clases de ternura,
de sentido común,
del amor sin medida;
del uso de palabras como
demasiado,
perdona,
cobarde.
Me hundí en el abismo
buscando la perla que no  pediste.

Ardo en llamas de colores,
alas rotas,
sangre seca,
alma estéril.
Pasos y pasos vacíos
en el laberinto de mi pena,
de tu dolor,
de mi flaqueza.

Vuelvo al principio, amigo Vizzini.
Cargo el revólver, afilo el cuchillo,
muerdo el pañuelo del desencanto.
Aprieto los dientes, rompo mis botas,
salto la tapia de tu cementerio
y desentierro la caja de Pandora
de entre la cárcel de tus caderas.
Rehago mis filas, subo tus piernas,
entierro mis muertos, cuelgo mi pena
en la ventana donde secas tus flores.
Salto a la luna, bajo al infierno
y corro los mil metros de tu mirada
mientras silban las balas de plata.

Hoy es pena lo que corre por mis venas,
una pena de muerte
por no saber
por no poder
por no llegar
cómo quererte
amarte como esperas
a las puertas de tu alma.