¿Será que soy feliz?
Si es eso, no lo quiero admitir: sería tirar mi vida por la borda. Lo achaco más a mucho trabajo, una agenda repleta, cierto desenfoque, desubicación, una amargura con los sueños mal cumplidos y una felicidad idiota de haber llegado hasta donde tanto tiempo ansié.
El problema que tengo es que el día que yo fui feliz nadie tocaba el violín.
Ni una maldita florecita, Christina Rosenvinge