Érase una vez
una princesa
que buscaba un cuento de hadas.
Demasiados bosques lóbregos,
demasiados lobos,
demasiado cansancio
para un cuento de hadas.
Parecía
más bien
un cuento de trasgos, brujas y ogros.
Un día creyó encontrar
un cuento acogedor.
Tenía bosques, ríos, selvas
sol, lluvia, hierba
y un hada pequeñita.
"Un buen lugar donde escribir la historia"
pensó la princesa
y se sentó a dejar que el sol
acariciase su rostro.
Aunque siempre hay monstruos.
En todos los cuentos,
en todas las vidas,
hay monstruos escondidos,
bajo los puentes,
tras los árboles,
en las palabras o conjuros.
Así que la princesa,
armada de paciencia,
temblando de miedo,
cansada de todo,
cogió la espada y luchó.
Contra los monstruos,
contra los conjuros
y contra el miedo.
Un día
un príncipe azul
apareció por el cuento.
Se encontró una sonrisa
colgada de una princesa
que tomaba el sol en el bosque
con la cabeza de los monstruos a sus pies.
Tomaron café,
se hicieron selfies juntos
y se fueron juntos de caza,
a buscar monstruos de dos o tres cabezas
y a pintar sonrisas
en todos los árboles de todos los bosques.