Ya te has ido,
y Madrid se convierte en un desierto
que proclama tu nombre entre dunas de cemento.
Ya te has ido,
ya no estás,
y guardo tu sombra en la pared,
cuidando que no se borre
cuando caiga la tarde,
cuando me quede sin la luz
que trajiste
al conocerte.
Salgo a la calle buscando la tormenta,
pero no la encuentro.
Me encuentro con una calle salvaje,
inhumana,
plagada de espectros y lobos
que borraron tu rastro.
Me faltas tú,
tu aroma, tu risa y tus caricias.
Hoy
me sobra Madrid
y México y Varsovia;
me sobra todos los lugares en los que no estás,
mientras clavo en los postes de la acera
un cartel con tu foto,
las medidas de tus caderas
y mi número de teléfono;
por si se te ocurre volver,
por si alguien te ve
bailando en Huertas o en La latina,
por si tu último amante me devuelve tus señas y mis besos,
por si te escondes
o te han raptado
o duermes,
ajena a todo el amor
que recorre el mundo
solo para encontrarte
y poder
abrazarte
para siempre.