Un sábado más

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Otra vez ante la incertidumbre del folio en blanco. Otra vez sin saber qué decir.

Me cansa hablar sobre mí otra vez, quejarme de mi mala suerte, lo mal que estoy y lo poco que me quejo. Me agota escribirle a esa mujer de belleza y lealtad incomparables que nunca se quedó en mi vida – ¿acaso apareció? – mientras hago caso omiso de quien me rodea.

En días como estos, con poca pena y menos gloria, es difícil saber qué escribir, qué contar; mejor dejar pasar indolente el tiempo para volver a la acostumbrada batalla de los lunes, llenar la vida de obligaciones para no encontrarse con uno mismo. Envidio, no sabéis cómo envidio, a aquellos que encuentran fuerzas para saber cómo malgastar su tiempo.

No sé qué será esta misteriosa enfermedad que me aqueja: aburrimiento, abulia, TDA, misantropía… que me impide la mayoría de las veces quedarme de conversación banal con mis semejantes, plegarme a las insulsas convenciones sociales, huir de esta ciudad medieval, en sentido peyorativo, y escaparme a ver mundo, o ciudades, o lluvia en soledad. Me he quedado sin ganas.

«Espero que sea una fase», intento consolarme y justificarme mientras el tiempo se me escapa a raudales, a chorros como sangre de una mortal herida. Esas ganas de no ver a nadie, de no tener que oír a nadie, de esperar que pase el tiempo para que vuelva la implacable agenda, lo ya preestablecido, porque no sé qué hacer con mi vida.

Fredi Leis, Un sábado más