Los echaron en una estación de un pequeñito pueblo de los pirineos franceses. Una estación también pequeña, solitaria. Un día gris, con la nieve en los picos de alrededor, y un pequeño viento que empezaba a soplar frío.
–Pues habrá que buscar algún sitio donde guarecerse.– dijo Sonriza. –Aquí ni nos podemos quedar, nos vamos a helar.– y empezó a frotarse los brazos. ¡Cómo echaba de menos su calentito plumas!
–Y yo sin mi mochila.– exclamó Jafar airado. –Si no te hubieras empeñado en quitarme mi mochila, ahora sacaría una tienda de campaña, un par de sacos y una estufa de butano, y podríamos pasar la noche en el párking de la estación.– Estaba un poco dolido, un poco desnudo sin su mochila. Y el bocadillo de salchichón se había quedado en el tren, para colmo de sus desgracias.
–Pero, Jafar, mira a tu alrededor. Estamos en el paraíso. Helado, pero el paraíso. Mira a tu alrededor y dime lo que ves.- Sonriza trató de mostrarse amable y comprensiva.
Jafar resopló. –Pues veo un pueblo decrépito y vacío, sin tiendas donde vendan mochilas, un montón de casitas pintorescas apiladas sin orden ni concierto, un campanario de una iglesia, esos altos picos con nieve y abetos y ciervos como si fueran una caja de colores de Alpino, un pequeño hotel con casas de madera a mitad de la montaña, unos perros persiguiendo a unos gatos…–
–Espera,Jafar– le interrumpió Sonriza. –¿Has dicho un hotel con casas de madera? ¿Dónde?–
–Allí, en ese vallecito al salir del pueblo, debajo del pico más alto lleno de nieves, abetos y frío–
–Y si…– dijo picarona Sonriza
–¿Cortamos los árboles y hacemos una hoguera? O mejor, ¿quemamos una casa de madera? No hay que recoger la madera y nos calentaríamos enseguida.– dijo Jafar
–¡Pero qué bruto eres!– Sonriza no sabía si reír o llorar –Yo creo que nos hemos ganado un merecido descanso a costa del Ministerio de cuentos. ¿Y si cogemos una cabañita de madera y dormimos hasta caernos de culo, y pedimos hamburguesas para cenar? Venga, me hace mucha ilu…– Sonriza puso sus ojitos de chica buena.
–Ummmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm. ¿Has dicho hamburguesas?- a Jafar se le iluminó una sonrisa de oreja a oreja, la cogió del brazo y echaron a andar hacia el hotel.