Ahora que…
Ahora que ya se vislumbran los contornos de Ítaca me pongo a pensar qué está significandoo esta Ítaca para mí, si realmente es mi Ítaca.
Si alguien me leyera de nuevas, de manera incompleta, podía inferir que mi Ítaca es llegar a ser funcionario. Que éste es mi objetivo en la vida, y creo que así se transluce de los últimos comentarios (cuando digo últimos me atrevo a decir que de los últimos 4 años).
No es así.
Esta Ítaca particular, a la que me he referido a menudo, responde a un reto personal, a una negación a asumir ciertas consecuencias y azares. Un objetivo, un escollo personal que surgió en mi camino hacia la verdadera, la desconocida Ítaca, y cuya superación me está llevado mucho tiempo, esfuerzo y caudal.
No es ésta la Ítaca con mayúsculas. La de coronadas cumbres, la de doradas grebas, la de tremolante casco, la de níveos brazos. No es ésta la Ítaca por la que partieron mil naves a la batalla. Es ésta una Ítaca bastarda, intermedia. Una subÍtaca a la que había que llegar por muchos motivos, algunos importantes, pero nunca fue éste el final.
Esta Ítaca en la que desembarcaré el 6 de octubre si todo sale como se prevé (como dijo Napoleón en Waterloo: «Muy mal se nos tiene que dar») me dará seguridad y comodidad económica, sobre todo para los míos. Me dará un punto de partida estable, tanto física como éticamente, para emprender mi nuevo viaje. Y me dará la satisfacción y me reconfortará con el hecho de lograr un reto, un objetivo que la suerte y los necios me negaron. Creo que esto es lo más importante.
Y ésta Ítaca vicaria y secundaria me ha dado un hermoso camino. Un camino que hoy, no sé por qué, he saboreado tomando un café en la UPV, junto con un tío legal llamado Vicente. En esos instantes he sentido que había llegado lejos, a buen sitio. He sentido reconfortarme y he vislumbrado que donde estoy no está todo mal.
El camino. Camino. De monseñor Escrivá de Balaguer. El camino de Paulo Coelho. O el curriculum vitae latino, en su sentido más literal. Tu walk of life, tu curso de la vida. Un camino nada espiritual cuando se anda. Un camino fragoso y áspero, con aciertos y errores, sinsabores y alegrías. Un camino bello y pleno que me ha llevado, por un momento, a la paz interior de ese café y a gustarme, espero no acostumbrarme, a donde había llegado.
Un camino plagado de errores y sinsabores que, de no ser por ellos, no estaría donde estoy. Un camino largo y duro y una conciencia medianamente tranquila por haber hecho en cada momento lo que creía que debía hacer, y reconocer los errores con los que lidio en noches insomnes, luengas como los capotes de los guardia civiles de García Lorca.
Llegaré a una Ítaca tan válida como inválida. La reconoceré porque será exactamente igual que el mundo en el que yo habito. No cambiará mucho esa tarde el mundo que abandonaré esa misma mañana. Y luego a buscar otra nueva Ítaca. A perseguir cuatro sueños y a velar otros cuatro; a maldecirme por no estar más lejos de donde estoy, en otro lugar y con otra gente. A tener la recóndita, íntima esperanza de encontrar algún momento más como el de esta tarde.