Se nos va la vida

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Llevo más de un mes queriendo retomar este blog, queriendo retomar mi vida. Y no sé lo que me pasa, si será la edad o el trabajo o el mundo, que sigue mal afeitado. El caso es que tengo poco tiempo y menos ganas, pese a que hay miles y miles de cosas que cotar, pero no tengo ganas.

Así que en un momento de debilidad, de calma, no sé si de oscuridad, me he escapado y, vacío como siempre, rebusco palabras con que llenar todo esto.

Sigo leyendo lo que puedo, se me han ido las ganas de cine y de series, he renunciado a mis sueños, no tengo ganas de encontrar a ninguna mujer de belleza y lealtad incomparables. Estoy cansado de vivir esta vida que no me ofrece nada nuevo en los últimos 10 años, y el indicador de combustible se acerca peligrosamente a la reserva, con el miedo de la avería en los motores que me haga tomar tierra antes de tiempo. Pensando en aterrizar, deseando que el mundo se acabe con un meteorito o una pandemia comme il faut, que me permita ajustar cuentas antes de irnos todos a la mierda.

Ya no sé si soy cobarde o viejo o cómodo. Porque, aunque a veces quiero guerra y te busco y sueño contigo, cada vez me quedan menos ganas de esa guerra y de las tonterías de este mundo que ha perdido el norte, que se obsesiona por los detalles y las fruslerías, y se olvida de lo que hay debajo, de la maquinaria que mantiene Matrix en marcha y, que de vez en cuando, da un zarpazo o lanza un tornado o te mata.

Y sigo. Sigo queriendo irme de cervezas, follarte en el aseo, perderme en Madrid, saber que me despertaré a tu lado, oler tu sonrisa, escuchar tu sombra… Pero estoy cansado; sólo quiero perderme en una masía por Teruel hasta cansarme de estar solo.