Mi pecado favorito, y en algunos casos fue el tuyo. Pero no nos dejamos caer por ese lado, y nos pasamos al lado aburrido.
Así que quedó en recuerdo tu lascivia y mis ganas, los lavabos de los aeropuertos, las noches en que la oscuridad era la manta que nos tapaba, el morbo nos llevaba más y más lejos cada vez. Y no hubo límite, ni humano ni divino, y fuimos rey y reina de espadas, con la pica por bandera.
Para ser un pecado, fue bueno mientras duró. Me equivocaría otra vez. Una y mil veces.