Demasiados sueños este fin de semana, algunos rayanos a la pesadilla, recordándome todo aquello que me preocupa, que me asaetea, que me araña fiero. Y tú sin aparecer, ni en sueños, ni en realidad ni en esperanza.
Y eso que trato de invocarte en mi soledad, en la tenebrosa antesala de mis sueños. Pero nada de este mundo me apetece ya; la vida, mi vida me cansa más allá de lo físico.
Estos días recibo el embate de quienes quieren que continúe en este proceloso mas por cuatro años más; poco resiste al análisis de la mente, y cada vez son más las razones para volver al punto de partida. Tan sólo un sutil prurito de orgullo, lealtad y sentido del deber; pero la balanza está ya totalmente caída en otro lado, y ni siquiera las calles de Madrid me han arrancado parte de las espinas que me agotan.
Sé lo que debo hacer, pero tomar el camino sin esperanza alguna duele más; duele más no echarte de menos que lo que dolió tu ausencia.