Hola, michi, ¿cómo estás? Me entró la melancolía, y te debía hablar.
No son buenos tiempos para la lírica, ni para escribir. Con los bárbaros en las puertas demasiado tiempo, a veces uno se cansa de luchar. Es inevitable, es inevitable tener que esconder los sentimientos y volver a levantarse, empuñar la espada o el escudo, y seguir.
Envidio a los que están tan seguros de sí mismos. Yo siempre estoy lleno de dudas. Actúo, porque no puedo permitirme el lujo de no actuar, tomo decisiones que intentan ser racionales, más que emocionales. Puedo parecer seguro de mí mismo. Pero dudo. Dudo hasta el infinito. Es muy posible que esté equivocado: de hecho me asalta la certeza. Ya lo he dicho: estoy lleno de dudas y el mundo está tan seguro…
Se me ha perdido el hilo: comencé con esta entrada y, por el camino, el mundo volvió a sacar a pasear a los señores de la duda. Pero siempre vuelvo.
Odio la filosofía, creo que cualquiera de nosotros es un filósofo. No hace falta ser filósofo para plantearse que el mundo no deja de ser una ilusión para cada uno de nosotros, que podemos ser fruto de una simulación, y sólo lo que sentimos es verdad. Por tanto, los sentimientos importan, y mucho.
Esta entrada se me ha ido de las manos. Volvemos a empezar.