Hay días que se te mete una canción en la cabeza, y no puedes parar de tararearla hasta llegar al ordenador, buscarla en Youtube y ponerla. Infinitas connotaciones de esa música, de esa tierra y de ese sentimiento, que se desliza en avalancha por la pendiente.
Hace mucho que no escribo, y no porque no tenga ganas: lo necesito con locura, necesito sacar lo que hay dentro de mí, que salga y no se corrompa dentro, como otras veces. Son momentos personales muy difíciles, pero a veces no podemos permitirnos el lujo de hundirnos, no podemos decirle a nadie cómo estamos. Por eso nació este blog, para poderle gritar al mundo, y aun así, a veces no se puede.
Así que dosis de anestesia; disculpas a quienes me leían y asisten, sin advertirlo, a mi silencio preñado de dolor. Ahora sí, levantando las defensas y aferrando lo que queda, asentando los pies en el suelo, conteniendo las lágrimas, el dolor y la rabia, y caminando.
Es cierto que nadie va a salvarnos. Es cierto que todos podemos ser la salvación de alguien. Es cierto que el dolor y la rabia y la muerte me atraviesan fieros una y otra vez, en la más absoluta soledad y desamparo, porque así lo he elegido. Porque me equivoqué y erré, porque leí mal las señales. Nunca más.
Ya lo dijo Vizzini: vuelve al principio cuando todo falle. Y ahí volvemos, a lo que nunca falló, a lo que no duele y funciona, a esa cálida trinchera. A volver a luchar contra la vida, a rescatar a nuestros caídos y a pelear, como siempre, por todos aquellos a los que queremos.
Besos y abrazos.