Cuarteles de invierno
Se ha doblado la guardia en el castillo de Florín, aunque no se espera a la Brigada Brutal. Están en prevención todas las fuerzas, y sigue un nerviosismo a flor de piel. Paseos por el adarve, pendones ondeando. Todo puede venirse abajo, y entonces habrá que aplicar los planes de contingencia. Porque no dejamos de ser exactamente iguales. Todo ocurre como en un espejo, pero nadie se ha dado cuenta nunca de lo que hay al otro lado, Alicia nunca pensó en cruzarlo. Hay dos capas extra de blindaje, dos juegos de murallas, un equipo de extinción de incendios y un cargamento de anestesia. Porque hay tanta historia, tanta guerra, tanta muerte y dolor, que las cosas ya no son lo que parecen. Quizá puedas pasear por dentro, y ver lo que existe, pero para ello hay que ver detrás del espejo, y no perderse con el reflejo de uno mismo en el cristal, que siempre acaba engañando a los sentidos.
Son demasiados años, demasiadas guerras, demasiado de todo para todos, como para salir ileso de una buena canción, o no perderse por un corazón tendido al sol.
No suele haber personas malas, conozco unas pocas, muy pocas, pero sí hay dolor a raudales, heridas, bombas de mano y dentelladas de rabia que desgajan corazones, rodeados con una valla y la calavera de alto voltaje. Porque, en realidad, vivir es fácil si no lo piensas demasiado, y de matar a morir hay una tenue frontera en la que tengo un pie a cada lado.
Efecto mariposa
«Seguiría el rastro de un halcón en un día nublado». Y cómo saber que puedes predecir la caída de un imperio por el vuelo de una mariposa, cómo leer en el vuelo de los gorriones el fuego y la destrucción, cómo deducir que soy el Papa si 1+1=3. Nos empeñamos en leer mal el mundo y decimos que nos engaña, y culpamos a quienes nos rodean de maldad y traición, yo el primero. Pero perseveramos en el error, disparamos cañones o lanzamos piedras cuando alguien se acerca, sin preguntar el santo y seña, sin ser conscientes de todo el daño y dolor, de que al otro lado hay un corazón quizá más débil que el nuestro. Todas las lecturas de los diales pueden estar erróneas, sobre todo si estamos desenfocados, y cada paso es dolor. Para nosotros, para los demás. Cada verdad es de un color, según cómo miremos, y podemos ver lo que queramos si nos convencemos previamente. Sólo lo esencial es invisible a los ojos, y el corazón debe mirar sin miedo para ver amanecer.
En el país de los tuertos, el ciego es el rey que no sufre, y los tanques siguen patrullando las desiertas calles de Bagdad, sin escuchar los cuentos de Scherezade, con el dedo en el gatillo y el dolor sin medida haciendo que sirvas veneno en lugar de lenitivo. Vivir puede ser bello, pero siempre hay un precio.
Hiroshima
Todos estamos hechos de sueños. Al menos, las personas que importan en esta vida. Desconfía de quien diga que no quiere verle las bragas a las estrellas. Entonces, desperté entre tus brazos, y fuiste Madrid. Lo fuiste desde el principio, sencilla y sin duda alguna. Lo sigues siendo, pese a las tres heridas. Así que puse tu nombre a todos mis sueños y bajé el puente, aun a sabiendas de que iba a doler. Siempre gana uno por el color del trigo, se puede ver así, pero casi prefiero quedarme con el zorro, mirar puestas de sol, caminar hacia las fuentes.
No se puede vivir con la duda eterna. No se puede mirar alrededor con las gafas de «todo es mentira», anuque yo lo haga, aunque «Siempre piense que todo es una trampa. Es por ello que todavía sigo con vida». Pero también sé que estoy equivocado, que el de enfrente tiene sus razones, y también puede tenerla toda. Es una opción. Aunque llegué hasta aquí por caminos errados, llevo en el pasaporte marcada la ruta más larga hasta Itaca, llevo heridas de espada, aguijones de araña y el dolor de la muerte en el fondo de mi cerebro. ¿Cómo se puede continuar así una vida, si tú no estás? ¿Dónde quedará Madrid, los aeropuertos, los conciertos, la esperanza de verte dormir en mi cama? ¿Cómo seguir viviendo?
Estuve muerto. Quizá lo estoy. Quizá ahora todo se resume en dejarse morir poco a poco, renunciar a esos sueños ya entregados al destinatario, recoger los restos de un naufragio inevitable.
Corazón desfallecido, cabeza gritando a pura garganta, y todavía aferrado al hilo púrpura de la esperanza, sabiendo que sólo un corazón puro puede salvarte. O uno muerto del todo, como tú. Alguien que de verdad haya recorrido el infierno y no haya vuelto la mirada en el último momento.
Apenas queda nada. Todo por construir, todo por rehacer, todo por empezar a limpiar. Pero aferrado a lo correcto, a luchar hasta el último momento, pese a que hasta la esperanza huyó de tu caja de Pandora.
(Continuará)