Llevo mucho tiempo sin escribir. Son cosas de la vida, creo yo.
Esta bitácora nació como… no sé para qué nació. Al principio nació como una válvula de escape ante los embates de la vida, encontronazos más o menos sonoros y sudorosos que inyectaban de sangre la mirada.
Luego, acabó convirtiéndose en una suerte de diario, de inventario de decepciones y de sueños, de un manantial de sentimientos, añoranzas y batallas perdidas por allá por 1997.
La historia del blog se cuenta a sí misma, pero en julio de 2023 barrené mi vida, mi autoestima y mis principios, los llené de dinamita y lo hice volar todo por los aires, sin reparar en víctimas. Aún no sé cómo pedir perdón, cómo reconstruir Hiroshima, como mirarme al espejo sin odiarme.
Y, poco a poco, el blog perdió el sentido. Será la edad, que nos domeña, domestica o, simplemente, nos vence. O será que es mejor decirle a las personas, cara a cara, un lo siento, un perdona, un lo necesito o un estoy bien.
El caso es que se me fueron un poco las ganas de escribir mis miserias. Hay poemas que no han visto la luz (sólo la de tus ojos), pero ya no me interesa decirle a nadie cómo estoy, qué siento o el tipo de mierda humana que soy. Creo que, si tengo que dar cuentas a alguien, es mejor decírselo a él. O Ella.
Este diario nació en 1997, cuando los blogs no existían, y tras un par de guadianazos, sigue ininterrumpido desde septiembre de 2004. Ya dijo Gardel que 20 años no es nada, pero la mirada dejó de ser febril.
Aunque no voy a dejarlo. Me siento en la obligación de consignar aquí algunas cosas. No lo que te quiero, lo que sufro. No quiero ese escaparate público, para alimentar egos, monstruos o frustraciones, para enseñar al mundo lo bueno o lo malo que somos, para mendigar «Me gustas» o comentarios, o encontrar a nadie. WordPress y todo su ecosistema ha acabado por asquearme, por decepcionarme, por traicionarme y por hacer que me traicione: me hizo dejar de ser yo para ser algo o alguien público. O eso pensaba.
Aunque no fue WordPress: fui yo. Nadie me hizo nada, nadie me obligó a nada. Sólo yo me perdí y, de paso, jodí hasta al santísimo cristo. Ahora debo pagar. Tengo muchas, muchas deudas.
Seguiré escribiendo, pero lo siento, ya no escribo para ti: escribo para mí. Para mi yo del futuro, y quizá para mis hijos o para mi biógrafo, cuando una enferma sociedad futura considere que soy un mal ejemplo digno de ser publicado y publicitado.
Así que perdona. Lo que escribo no es pensando en ti. Lo que escribo pensando en ti ya te habrá llegado antes, y será sólo para ti y te lo diré al oído. No busco tus me gusta, tus comentarios, devolverte los likes ni decirte cosas bellas. Si soy un hombre malo, roto o deforme, es algo mío solamente, y no lo publico para concitar la admiración, la compasión o la arrogancia. Ya cometí ese error.
Simplemente, contaré lo que hay en mi cabeza, a veces en mi corazón, con la esperanza de poder leerlo en el futuro y darme cuenta de lo equivocado que estoy.
Sed felices y pasad de todo esto, pasad de mí.