…me sobran seis tequilas.
Siempre estuve buscando una mujer. Deseaba una mujer que me salvara de mí mismo. Que me sacara de esta vida insulsa, sin esperanza, que me va matando a pequeñas dentelladas.
Buscaba la música, la poesía, los sueños. Los viajes, los amaneceres, el amor.
Pero resulta que estaba equivocado. No sabía lo equivocado que estaba. Que estoy.
Noche toledana. Las 5 de la mañana. Esperando que claree el día para salir a romperme el cuerpo contra las piedras. Lidiando con pesadillas, con fantasmas, con los monstruos que habitan en mi interior.
Porque encontré a una mujer que me dio todo eso. A su manera. Trató de darme todo lo que pedí. Y entonces, sólo entonces, me di cuenta de que no importaba la música, la poesía, los viajes. Ni siquiera importaban los sueños o los amaneceres.
Lo que importaba era ella.
El puro hecho de existir una persona que lograra eso de mí, hacía que ya todo dejara de importar. Todo menos ella. Que lo que de verdad importara fuera la paz de su abrazo, el anhelo de su cuerpo abrazado al tuyo, la certeza de que, al día siguiente, iba a estar en tu vida. Saber que el tiempo era una alfombra que recorreríamos juntos de la mano.
Estaba equivocado. Me perdí. Perdí el norte y el equipaje. Busqué donde no estaba lo que no quería, perseguí quimeras y luché una guerra equivocada, terrible, destructora, en todos los frentes posibles. Todo para darme cuenta de que quería paz. Su paz. Tu paz.
Ahora estoy reconstruyéndome. Buscando razones para la barbarie. Añorando tu risa y tu paz, preguntando cuánto se podrá recuperar de lo perdido, si el yo que conociste puede volver a llamar a tu puerta mendigando la paz y la risa que tanta falta hace. Si podremos abandonar este mundo de dolor, de comodidad equívoca, si podremos soltar el lastre y salir volando en nuestro globo. Si al final seremos capaces de aprender que toda esta muerte y destrucción fue para derribar nuestros muros, lo que nos frenaba, lo que nos hacía mortales, y que ahora somos desnuda, únicamente lo que nos puede salvar. Almas errantes que han encontrado un destino, un camino, un motivo para terminar los días mirando amaneceres, puestas de sol, escuchando música, pintando, componiendo, escribiendo, cogiendo tu mano, durmiendo a tu lado.
No me faltaba una mujer de belleza y lealtad incomparables. Sólo me faltabas tú, y no lo sabía.