—¿Te duele algo, Frodo? —le preguntó en voz baja Gandalf que cabalgaba junto a él.
El señor de los anillos, JRR Tolkien
—Bueno, sí —dijo Frodo—. Es el hombro. Me duele la herida, y me pesa el recuerdo de la oscuridad. Hoy se cumple un año.
—¡Ay! —dijo Gandalf—. Ciertas heridas nunca curan del todo.
—Temo que la mía sea una de ellas —dijo Frodo—. No hay un verdadero regreso. Aunque vuelva a la Comarca, no me parecerá la misma; porque yo no seré el mismo. Llevo en mí la herida de un puñal, la de un aguijón y la de unos dientes; y la de una larga y pesada carga. ¿Dónde encontraré reposo?
Gandalf no respondió.
¿Os imagináis haber iniciado el fuego que quemó Notre Dame, haber apretado el botón que dejó caer la bomba atómica?
¿Os imagináis enfrentaros a la tarea de reconstruir algo hermoso que tú mismo has destrozado, la tarea inabarcable, la pena en tus ojos y en tu alma?
Aun así, te levantas y comienzas a apilar piedras, a construir otra vez la catedral. Porque sabes que no hay otra manera, porque has visto ante tus ojos que sí se puede, porque has visto una flor en medio de un campo de ruinas.