Tengo un monstruo grande en el armario. Un cabrón con pintas que, cuando sale, arrasa con todo. El Señor Lobo, un alguien sin escrúpulos que, cuando todo parece perdido, cuando no sé qué hacer, sale con un revólver y asesina a mujeres y niños sin pestañear, sin dudarlo un ápice. Es el primo poco recomendable que nadie quiere en sus fiestas, pero al que llamas cuando tienes un cadáver sobre la alfombra.
«Esto a 10 minutos de tu casa. Llego en 5.»
Últimamente la he cagado bastante en mi vida. Perdí la esperanza, dejé caer los brazos, y el primo de Zumosol sacó la manita a pasear. «Siéntate ahí y cierra los ojos». Es Jack Nicholson diciendo que él solicitó el código rojo, porque en el mundo hay trabajo sucio que alguien debe realizar.
No sé qué pasó. Tengo todos los síntomas que aparecen el periódico. Se me han ido las ganas de vivir y de luchar y, cuando desfallezco, cuando mi brazo pierde firmeza y deja de sujetar la tapa de la caja de Pandora, se salen todas las desgracias del mundo, y no queda en el fondo ni siquiera la esperanza. Sólo un cadáver sanguinolento y una orden de desahucio.
Por eso, últimamente, me empiezan a repugnar muchos blogs, y he dejado de leerlos. Tan preñados de buenismo, de poesía, de buenas intenciones y de vasitos de leche al dormir, cuentos que acaban bien. Delirios pequeño-burgueses de quienes vivimos por encima de la media, económica, emocional, espiritual. Protegidos de lo malo por altos muros que defienden gente sin escrúpulos a quienes no queremos ver, a quienes despreciamos mientras amplificamos nuestras miserias de salón. La vida es entonces, una vida en minúsculas. Porque hay una Vida que te mata si puede, que te arrasa, te abofetea, te desangra. Una vida que alguien sostiene sobre sus hombros, un Hamlet desquiciado por querer enmendar el mundo. Mi peor pesadilla.
Necesito encerrar a ese tipo.