No sé qué decirte. Y tampoco cómo decírtelo.
Sé que la vida cansa, que la vida, en el fondo, mata.
Que todos dolemos a alguien, y a todos nos duele alguien también.
Que el cielo no existe más allá de quien te abraza, quien te quiere o quien te cuida.
Que las personas somos imperfectas, pero hay algunos que nunca dejan de intentar sacarnos una sonrisa, que no pierden la esperanza cuando el suelo desaparece bajo sus pies.
Que nada es nunca fácil para nadie si lo piensas un poco. Y si no piensas, el mundo es aburrido, anodino y simple. Y pese a ello, hay gente que se levanta todas las mañanas pensando en ti, en cómo alegrarte el día, que espera en su cama, en su correo, en su teléfono, tu más mínimo bostezo.
Que en este puto mundo viven 8000 millones de personas y que, pese a ello, somos únicos.
Que no existen los príncipes azules, que nadie puede salvarte del todo si antes no le das la mano y te salvas tú. Que el mundo es un lugar peor si tú no sonríes, no escribes. Si tú no estás.
Que todo tiene solución, aunque no la veamos. Que todo esto que te pasa lo ha escrito alguien 2000 años antes de que tú nacieras, y no hemos aprendido nada.
Que echar de menos es la mejor manera de recordar a quien no está a tu lado.
Que no hace falta conocer a una persona para amarla.
Que hay gente que daría la vida por ti, aunque no lo creas, aunque no les creas.
Que estamos más cerca de lo que puedes imaginar.
Que el dolor es menos si lo compartes.
Que confiar es amar, y amar es confiar.
Que los peros y los noes no paran a quien te quiere de verdad.
Que el mundo es mejor porque estás tú en él.