Apareces en lo oscuro,
sin saber quién eres,
sin poder ponerte rostro.
Sin embargo, cuando susurras,
tu voz llena el aire de auroras,
de fuego de San Telmo en mis cadenas.
Sacas mi alma del fondo del océano,
entre algas, corales y delfines,
me secas a la luz del faro del fin del mundo.
Haces que mi isla desierta pierda su nombre,
que mi Viernes sea todos los días,
que el buzón sea fuente de esperanza.
Y ¿cómo huir de lo que corre dentro de ti,
cómo rendirse a la evidencia de mis errores,
cómo decirte que el cielo está en el suelo?