Días grandes

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These are the days of our lices, Queen

Cuando era más joven no viajé en sucios trenes que iban hacia el norte, pero me tocó trabajar un poco en el campo. De vez en cuando había tareas que a mí me parecían terribles, inacabables, inabarcables. Ante mí se extendía un campo, una tarea infinita que me doblegaba antes de empezar.

Pero no quedaba más remedio que emprenderla: no hacerlo no era una opción. Y así, comenzándola, se llegaba a acabar.

Con el tiempo, aprendí a que no hay que asustarse de esas tareas que parecen imposibles. Hay que hacerlas o no hacerlas. Pero si al final decido hacerlas, pues se hacen aunque no se sepa cómo van a acabar, aunque no se atisbe el final, aunque cada paso que demos no parece alejarnos de la salida, acercarnos al final. En ese punto, mi manual diría algo así como…

Una vez hayas decidido afrontar ese reto, tarea o trabajo, hazlo. Ya no te vuelvas a preguntar si tendrás éxito o fracasarás. Haz lo correcto, lo que dice el manual para ese caso. Sin pensar, sin cuestionar nada: sólo hacer lo correcto y caminar, sin importar si nos dirigimos al abismo o aspiramos a un imposible. En el 82% de los casos, acabará funcionando. Hay pocas situaciones contra las que esto no sirva pero, aunque así sea, aunque sea el fracaso, la desgracia o la muerte lo que haya al final del camino, esa lucha, esa espada en la mano, esa sensación de haberlo dado todo aunque hayamos quedado en la nada, te ayudará a dormir por las noches.

Manual para hundimientos generalizados, cap. 2, pp. 3

No sé por qué ahora me siento un poco así. A veces sin ver la salida a nada de esto, prácticamente a nada, Pero tengo la absoluta certeza de que debo seguir luchando, debo seguir reconstruyendo, construyendo, luchando, reparando, caminando hacia donde creo que debo ir, haciendo lo que creo que es correcto aunque no vea ningún final. Haciendo lo que debo, apretando los dientes y el corazón mientras busco el camino de baldosas amarillas que me lleva a ti. Que sea el enemigo quien considere desesperación o locura mis acciones: mi corazón me dice que sólo puedo llegar o morir. Que eres tú o nadie.

Días que no volverán, Antonio Vega