El 13 siempre ha tenido mala fama, pero esta vez no es su culpa. Al fin y al cabo, todo empezó antes. Y el 13 no deja de ser un número, a mí que me gustan los números igual que le gustan a ella.
Son trece días, y desde hace algunos tengo esa sensación irreal del que sufre un accidente, sentado en la cuneta, pensando que eso no puede ocurrir, que todo volverá a ser como antes.
Tengo momentos de lucidez entre el dolor, entre la rabia, entre la vergüenza. Entre la infinita pena. En esos momentos recorro la playa para ver si los restos del naufragio llegan a la orilla y puedo recuperar algo, construir un refugio. Pienso en seguir caminando, haciendo lo correcto, apretando los dientes y sufriendo, con la esperanza de que el milagro sobre el milagro ocurra: que vuelvas. Que seas tú. Que yo no sea yo.
Sin esperanza, camino siguiendo el mapa dibujado en el manual, por si acaso esa ruta acaba en ti.
Te echo de menos. Me echo de más.