Día 11 sin ti (2)

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Te podría decir, Marwan

No dejo de preguntarme sobre ti.

De saber cómo estarás, si duermes por las noches. Si tu dolor es parecido al mío, o más grande, o más pequeño.

Si te duele tanto Madrid, la Palma o Santiago como me duele a mí; si te haces las mismas preguntas.

Nunca pensé que ninguna separación pudiera ser la última, que de repente un día la esperanza se hiciera trizas, y yo quedara en este refugio, que ahora es cárcel, y tú siguieras lejos, con más heridas que antes por mi guerra.

Me equivoqué. Demasiados errores, demasiado amor. Esta vez sí: tanto, que dejé de ser yo y me convertí en un fantasma desesperado que no acertaba a hacerte feliz mientras se desintegraba. Lo siento. Debí haber sido solución a tus necesidades, no haberte creado una nueva.

No dejo de revisar mis errores, repasar las fotos, cerrar los ojos y pensar qué puedo hacer ahora, qué hago con este catálogo de errores que me ha traído, hasta donde siempre debí estar, hasta donde nunca te debí llevar.

Espero que estés mejor, que cada día sea solución a este infierno, que algo haya valido la pena. Que quede algo de verdad entre tantas ruinas.

Quisiera decir que fue la vida, que nunca nos pone nada fácil, pero esta vez fui yo que me equivoqué. Fui yo que me cegué, colgado de un hilo de esperanza construido sin pensar, sin mirar. Que nunca supe la diferencia entre amarte y quererte; que los sueños no sirven de nada si no dices que sí.

Me equivoqué. Tanto, que el dolor ahora es insoportable, que la vida deja de tener sentido y se convierte en un tren en marcha sin destino, que todos mis miedos vinieron a cenar anoche, y no había bastantes sillas para que se sentaran conmigo.

Que ahora, sin ti, nada es lo mismo.

Tenías razón. En tantas, tantas cosas, que ahora duele tanto que no hay manera de saber qué camino seguir.