Hay un poema insuperable con este título, y también una canción de esas que te marcan, que te llega al alma.
Será por eso que, a veces, esta frase se me clava como una espina en mi costado, y no puedo sacarla sin desgarrarme el alma. Aunque tú no lo sepas. Así que no voy a escribir un poema así, con esta idea: tan solo te lo digo, para que quede por aquí, aunque tú no lo sepas.
Porque, aunque tú no lo sepas, conozco de tu historia y de tus tristezas y tus penas. Aunque tú no lo sepas, aunque tú no creas, te miro desde lejos, imagino tus pasos, creo tus mundos y adivino tus quimeras.
Aunque no lo sepamos, cartografío el tiempo y consigno en mis archivos cada herida, cada bregadura, cada golpe en el camino. Aunque no lo parezca, busco, siento, espero y deseo que cada día sea nuevo y luminoso, que el sol ilumine tu rostro, que el viento sople en tus velas, que la lluvia humedezca tu pelo.
Aunque no lo creas, sigo en la lucha. Sigo en el anonimato, en la oscuridad, en las sentinas de la esperanza, buscando las fuentes de tu risa. Sigo en tu espalda, forjando la armadura. Sigo en la brecha, taponando la herida. Sigo en la noche, sembrando luciérnagas. Sigo en el silencio, gritando a los cuatro vientos que soy un faro apagado, una muralla sin puerta, un hogar sin lumbre, una mano cansada que empuña la espada junto a ti. Aunque tú no lo sepas. Aunque tú no lo creas.
Aunque tú no lo creas, lucho. Muero. Me rompo contra tu costa y vuelvo a querer desembarcarte, recojo tus lágrimas en soledad, el sonido de tu llanto, los quejidos de tu alma.
Aunque tú no lo sepas, aunque no lo esperes, aunque no lo creas, sigo en la lucha contigo.
Aunque tú no lo sepas, aunque tú no lo crras, no estás sola en esta guerra.
Aunque tú no lo sepas, aunque tú no lo creas, eres importante. Eres especial.
Aunque tú no lo sepas, aunque tú no lo creas.