(esta entrada debe leerse en conjunto con «De la vida 2023» y «De los errores 2023»)
He amado y me han amado. Creo que como todo el mundo.
Quizá he amado a quien do me amaba, y me amaba alguien a quien yo me amaba. Nunca he llevado muy bien eso del amor.
Será porque soy un tullido emocional, porque me he roto el corazón tantas veces que el dolor ha sido insoportable, que me ha destrozado tantas veces el corazón que decidí encerrarlo en un castillo y rendirme. Al menos no dolería.
No sé amar con medida. Sólo sé entregarme totalmente, derramarme como un torrente y vaciarme y morir de amor hasta que duela. Nunca he tenido un amor civilizado, ni lo quiero.
Una mala persona que daba buenos consejos me decía que no entregara nunca mi corazón, que me guardara secretos y rincones: de lo contrario, me dominarían y sufriría. Debía tener razón, porque sólo ha habido sufrimiento en mi amor, pero no sé amar de otra manera que dando todo lo que soy. A veces soy más, a veces soy menos, pero lo que soy, soy.
Llevaba un tiempo con la cabeza al frente de la situación, el corazón recluido en una alta torre inexpugnable, aburrido y resignado a una vida sin amor: simplemente dejarse llevar hasta la muerte.
A veces hay que jugársela, bajar la guardia. Decidir que ganas o mueres. Y así llevo un tiempo. Sin armadura, a corazón abierto. Sabiendo que esta vez la muerte, si llega vale la pena. Sin un solo filtro, sin una sola medida de contención.
Corazón loco, y cabeza perdida, se me escapan las situaciones fuera de control. Todo se tambalea y el corazón sigue, totalmente destrozado y roto, y la cabeza tratando de salvar los muebles mientras todo, todo se viene abajo. Y el corazón sigue y sigue persiguiendo sin medida y sigue despedazándose en una caída infinita y grita borracho de amor y sigue y sigue.
Hoy el corazón está maltrecho y malherido, con un dolor infinito, tan grande que han saltado todas las alarmas. Tanto dolor que se han pasado a las reglas por encima de la 40, y tenemos que volver a cuidarlo para que no muera ni mate a nadie.
Para que esa cascada no nos ahogue con las lágrimas, para que ese amor no desbocado se lo lleve por delante y nos mate del todo