La chica del Kia

en
La chica del perro, Luis Ramiro
Casi me atropella una noche en la Latina,
conduciendo su viejo Kia
como una loca por Madrid.

Bajó la ventanilla,
me pidió perdón
y me pegó la bronca:
"cómo puede un puto gilipollas
cruzar por aquí".

Yo dudé entre gritarle o besarla
y me senté en su capó pidiendo que me llevara,
que me sacara de allí.
Le saqué una sonrisa
y una invitación a subir
a un asiento repleto de pañuelos y esperanza.

Recorrimos calles y avenidas,
bebimos poco,
bailamos mucho,
y terminamos viendo Madrid desde los cielos,
abrazados, rodando por la hierba.

Quise invitarla a mi cama,
pero siempre hago lo correcto.
Ella, a cambio,
me contó historias alegres
y me dejó en la boca del metro
mientras corría de nuevo
camino al infinito.

Sin teléfono ni whatsapp,
vuelvo a tenderme en La Latina
por si vuelve y me atropella.
Nunca se sabe,
la esperanza y la sonrisa
es lo último que ella pierde.

Debí gritarle, debí besarla.
Ahora sólo me queda versarla.