No recordaba el sabor del sol en invierno, el tacto de la paz cuando me miras, las ganas de besarte cuando bajas de mi coche y corres hacia tu casa.
Eran historias olvidadas, que había enterrado tan hondo que hoy, cuando las veo brillantes y luminosas, cierro los ojos para verte mejor.
Estaba tanto tiempo entre tinieblas que había perdido las ganas de salir a la calle a buscarte. Pero ya no. Ya no tengo miedo de salir a la calle a encontrarte, de sacarte a bailar, de besarte.
Así que salgamos, bailemos, besémonos, y saquemos la lengua a los guardias urbanos, a los políticos y a los cajeros de los bancos, que a este paso son casi todos automáticos.
Vamos a tender nuestras miserias al sol, y correr desnudos por la playa, y a mirar la luna en tus ojos y el sol en tu espalda, y a la esperanza en tu cama cuando tú me miras.
Igual es el cambio climático, pero este invierno viene casi sin frío si estás tú conmigo para darme calor.