Oro, incienso y mirra

en
Scarborough Fair, Simon y Garfunkel
Aún no ha amanecido;
tú todavía duermes
mientras el mundo acecha,
y gritan los fantasmas de la noche.

Aún no ha amanecido
y ya te estoy imaginando:
la pereza de la mañana,
el dolor del desayuno,
el cansancio de la vida que no cesa.

Afuera está la vida
agazapada en la noche.
Pero este poema es una antorcha
que quita el frío,
que cuida el alma,
que grita tu nombre a los cuatro vientos.

Este poema es una declaración
de guerra, de amor, de intenciones,
de principios y finales.
Es un mensajero que trae buenas nuevas,
correos de lejanos corazones que laten unísonos,
vial de esperanza para inyectar en vena.

Este poema es un regalo que cruza el espacio,
que para el tiempo en los relojes
y las olas en la playa.
Que sigue una estrella en el cielo.
Que susurra una canción en tu oído.
Que coge tu mano en la distancia.

Este poema puede ser lluvia,
sol,
palmeras,
península.
Puede ser
lo que tu corazón necesita:
una caricia para el alma,
un beso para el cuerpo,
un abrazo que quita el miedo.

Aún no había amanecido,
pero ya ha amanecido.
Y en tu puerta está acampada la esperanza,
con sus tiendas, hogueras y caballos.
Para acompañar a este poema,
a estos tristes reyes magos
que dejaron tronos, cortes y vasallos
y fueron a las puertas de corazón
a dejarte el oro, el incienso y mirra
que contiene este poema.