Si pudiera

en
DeLorean, Luis Ramiro

He escrito muchas veces una entrada con este título: si pudiera. Y me ha llevado veinticinco años encontrar la respuesta definitiva.

Si pudiera cumplir un deseo, un solo deseo, sería éste:

Tomaría prestado el DeLorean y viajaría a septiembre de 1986. Me daría una piedra de dos colores, como el yin y el yang y varias tarjetas de visita a mi nombre, con los puestos ocupados en esta triste vida.

Me diría que me olvidara de aquella mujer, que abandonara mi casa y que estudiara para comerme el mundo. Que no perdiera el tiempo, que trabajara, que hiciera astrofísica en Canarias, que buscara amigos, amaneceres y retos por todo el mundo. Que no renunciara a ningún sueño, que creyera en mí por encima de los demás. Que nunca dejara de luchar. Que caminara bajo el sol, que no cruzara la línea de la sombra nunca. Todavía no.

Y cuando fuera a cumplir 30 años, cuando comenzara 1998, lo dejara todo, absolutamente todo, y me fuera a Madrid. Que visitara la Facultad de Físicas de la UCM, como mandaba la tradición, pues así lo hice o así lo quiero recordar.

Que caminara por el Campus hasta encontrar una línea de sombra frente la puerta de matemáticas, mirando todos los rostros con atención y la piedra de dos colores en la mano.

Dejarme llevar por el corazón, buscar la cara, el gesto que lo dice todo, enseñarle la piedra, leer sus ojos y, si la intuición me lo permite, pedirle que me ayudara a cruzar esa línea de la sombra. Y entonces, empezar a vivir con el fuego en el cuerpo, sin miedo al futuro.