Tengo por ahí un par de poemas a medio escribir, que no han podido salir de mi cabeza, o de mi corazón. No estaba el aire propicio para escribir versos, debía de ser, o las musas habían salido de vacaciones.
No dejo de pensar en todo. En toda mi vida, en todos mis errores. En todas las personas que han pasado por ella, marcándome, a veces hiriéndome. En todas las decisiones que me han traído hasta aquí. Hasta ti.
Ahora, prisionero de un pasado que me atormenta, ansío la libertad que defiende Moly, no puedo quitarme de mi cabeza cómo respiras en la oscuridad mientras te abrazo y siento que el mundo no es un lugar tan malo si estás tú.
Y aun así, no ocurre. No estás, pero sí te espero. Sí espero aquello que dé sentido, de una vez por todas, a mi vida. Espero poder rendirme a ti y quedarme a dormir contigo. Mirarte con la certeza de que, mañana, despertaré a tu lado.
No sé vosotros: yo llevo toda la vida haciendo lo correcto, y ya me he cansado. Porque hacer lo correcto ha implicado dejar de ser yo. Dejar de leer poesía, de buscar tus manos entre las mías, de desearte, de besarte. Y no quiero renunciar a nada de eso, no quiero renunciar a ti.
Tanto tiempo buscándote en vano por todos los tugurios de Madrid, por todas las puestas de sol, por todas las letras de todos mis libros y de todos mis escritos. Todo, para llegar hasta aquí, para tener claro, para decidir que, de una vez por todas, voy a ser feliz contigo.