Históricamente siempre me cogía vacaciones del blog en septiembre. Más que nada, porque son mis vacaciones obligatorias, y no sabía si podría o me apetecería seguir escribiendo. Además, hay mucha gente de vacaciones.
No sé si este año haré lo mismo, pero por si acaso me despido. No me apetece despedirme: me apetece seguir lanzando mis botellas con mensajes, he recobrado la esperanza. Pero agosto es traicionero y me roba tiempo, incluso del de descanso.
Así que entono el «Adiós, muchachos».
Si pudiera, perdería este agosto entre tus brazos.