No se me pasó. Quizá esté triste. Quizá es que me acuerdo.
Llevo estas pascuas sin ganas de nada ni de nadie. Viendo películas de lobos solitarios, ansiando con perderme en un lugar frío, nevado, solitario; hastiarme de soledad con buena música, libros y tele.
Me refugio en la música vieja, sobada, casi memorizada. Me cuesta recordar nada nuevo, aprender más cosas, tolerar a la gente. Por renunciar, renuncio incluso a la mujer de belleza y lealtad incomparables que nunca vino a salvarme. De mis pasos en la tierra responda ella, no yo.
Sigo a ciegas el manual, que sirve para hundimientos generalizados y para sortear, a veces con más gloria que pena, los puentes que custodia el diablo, los populosos caminos de la ceguera.
Ayer pasé del 20 de abril. Porque quise, porque lo deseaba desde lo más dentro de mí, porque necesito dos pistolas para vengarme del mundo, porque ya no sales en las películas ni te cruzas en mi vida. Porque estoy roto y necesito tiempo y soledad, o puede que aventura e incertidumbre: me aburro hasta la muerte.